Era perfecto, pero no para mí
- Palantito
- 26 may 2020
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez has sentido que conociste a esa persona que cumple tus expectativas, con la que sientes que pueden conquistar el mundo y simplemente se siente una felicidad plena? Pues esta es la historia de cómo lo conocí, pero me tuve que ir.
Fue lo más random de la vida. Nos conocimos por Instagram como buenos millennials. Empezamos a salir y la neta yo sin tantas expectativas, - porque como lo dije en el texto anterior: soy una solterona empoderada a la que no cualquiera le mueve el tapete - fui nada más “a ver qué salía”.
Empezó como algo super equis. Ya saben, estuvo chido pero no fue nada que me hiciera pensar: “en un año me voy a casar con él” como buena regia - que no soy -. En primera, porque no creo en el matrimonio como institución, y segundo porque para mí había sido simplemente una cita más.
Pasaron un par de meses y decidimos hacerlo formal. Ya éramos una de esas parejas homosexuales de las que abundan en la CDMX. Me apendejé, amix. La neta estaba bien enculado con este wey. Era todo lo que algún día había dicho que quería. Me trataba increíble, era super detallista, se desvivía por mí y puntos extra porque estaba guapo. Logró tocar cada fibra de mi corazón de hielo hasta que me vi perdidamente enamorado.
No duró mucho. Pasaron unos cuantos meses y empezaron a salir las diferencias. Al principio no eran algo que causara dramas ni peleas; todo se podía arreglar hablando y de eso no pasaba. La toxicidad de este Virgo estaba controlada.
Lo malo, fue cuando empezamos a parecer Chernobyl. No eran celos ni era desconfianza, ojalá hubiera sido eso. Fue el tiempo y la diferencia en nuestras metas personales las que nos empezaron a separar y las que, una vez que aparecieron empezaron a quebrar nuestra relación.
De mi parte, comenzó la frustración porque la loca perfeccionista que traigo dentro empezó a emerger - como buen Virgo que soy -, y en cierto modo, las expectativas que yo tenía de mi pareja no estaban siendo cumplidas. Por otro lado, él tenía un tanto de conformismo, que para mí fue el peor rasgo que pudo aparecer por toda la locura extra que me generaba. Sí, era mi bronca y sí, también sé que fui yo quien no pudo controlarlo.
Lo paradójico era que haciendo un lado ese tema, todo era perfecto. Seguíamos pasando momentos increíbles, viajamos y disfrutamos nuestras vidas juntos. Mientras ese tema no viera la luz, nuestra relación seguía siendo, al menos para mí, perfecta. Quise tapar el sol con un dedo y pues no pude. Al final decidí irme.
Lo que nadie me dijo y yo no esperaba, fue que no supe cómo diablos explicarme que estaba tomando la decisión correcta cuando dentro de mí sentía como si me estuvieran destrozando. ¿Cómo me hacía entender que había tomado una decisión con la razón y no con la emoción? Y peor aún, ¿cómo le explicas a esa persona que estás decidiendo alejar que le sigues amando pero que no puedes estar con él? Respuesta: no hay forma. Así de fácil.
Irónicamente muy dentro de ti sabes que la decisión es la adecuada, a pesar de que dos años después te encuentres escribiendo sobre ello y llorando como estúpida frente a una pantalla. Creo que ese sentimiento de cariño jamás se va a ir; por siempre extrañarás, no creo que a la persona, pero definitivamente sí el cómo te sentías con esa persona.
A veces las decisiones que tengamos que tomar no serán nuestras favoritas, nos van a doler demasiado y tendremos que vivir con ello. Agarrarse los huevos/ovarios y ser quien tome la decisión difícil no será agradable, tengan eso por seguro; pero tampoco lo será si siguen de tóxicos forzando la relación.
Madurar como persona y crecer en una relación es entender que estar con alguien simplemente porque hay un sentimiento de por medio, no es suficiente. Una relación va mucho más allá, y aferrarnos a que a huevo tiene que funcionar, no le hará bien a ninguno. Amar también es entender que debes dejar ir aún sabiendo que conociste a la persona perfecta, pero no perfecta para ti.

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